— ¿Ha venido usted solo?— continuó la mujer con su interrogatorio.
—No, estoy acompañado.
—Vaya… ¿Con su mujer?— dijo un tanto decepcionada.
—En absoluto, con un amigo— le indiqué señalando a Franz que tomaba el sol dentro de la piscina.
—Es un alivio— admitió con descaro—. Yo he venido también con dos amigas. Aquí no hay mucho ambiente, podremos hacernos compañía mutuamente, pienso que nos hará bien.
—Me hará falta— le contesté dándome cuenta de mi excesivo recelo —. Puede estar bien. ¿Nos vemos luego entonces?
—¡Claro! Bungalow doce, por si quiere pasarse. Nosotros estamos en el cuatro. Lo mismo le digo.
La mujer se despidió de mí con dos besos en la mejilla, y un abrazo que me pareció demasiado efusivo para lo que yo tenía entendido que era el carácter sueco y para ser una chica que, como quien dice, justo acababa de conocer. Reflexioné acerca de nuestra situación, concluyendo que necesitábamos un vehículo de alquiler. No podíamos estar todo el tiempo ociosos y un automóvil nos daría libertad de maniobra.
Unos minutos después, llegaba Franz a la mesa, ocupando precisamente el mismo asiento que había usado unos momentos antes Adriana Bengtsson.
—¿Es usted Paul Davis el rompecorazones?— bromeó él.
—Basta ya Franz. ¿No será que tienes envidia, abuelete?… Ahora en serio, me da mala espina su caluroso acercamiento.
—Haces bien siendo desconfiado, pero realmente aquí no hay demasiado que hacer. Al fin y al cabo ella es una chica joven, con ganas de hacer cosas en vacaciones. Y tú, eres un tipo agradable.
—Gracias. ¿No me estarás conquistando no?—reí yo —. Nos iría bien alquilar un coche. Estamos como prisioneros en este camping.
—Me has leído el pensamiento. Aquí no hay nada, sólo la N-340. Llamemos a un taxi, y que nos lleve a una agencia de alquiler.
Durante el viaje, de unos pocos kilómetros en taxi, puse a Franz Lengyel al corriente de todo lo ocurrido con la sueca. Decidimos que lo mejor sería enfrentar la situación, llevar la iniciativa y averiguar si la bonita mujer escondía alguna intención oculta aparte de pasarlo bien. El hombre que atendía la sucursal de Hertz no se sorprendió de ver a dos clientes que vestían bermudas de baño. Supongo que era lo habitual en aquella zona. Si seguís mis aventuras, os habréis dado cuenta que Franz siente predilección por esa casa de alquiler. Él dice que es porque tienen muchas sucursales, pero yo creo que debe de tener algún tipo de convenio con la “LZ Insurances”. Os explico esto para que no os sorprenda lo que os relato a continuación.
—Hola, señores. ¿En qué puedo ayudarles?—inquirió el dependiente.
—Queremos alquilar un coche, claro. Por eso estamos aquí— le cortó Franz dejando sobre el mostrador una tarjeta de fidelización de la empresa.
—Creo que tengo exactamente lo que está buscando— El hombre transcribió al ordenador el número de la tarjeta de Franz, y le presentó unas fotografías de un bonito Volvo XC90 T8 en color blanco—. ¿Le gusta?
Aquel era el nuevo XC90 de 2019, el SUV de Volvo con motorización híbrida enchufable. Su pequeña capacidad de solamente dos litros de cilindrada, combinada con el motor eléctrico, daba una potencia cercana a los cuatrocientos caballos.
— ¡Es perfecto! ¡Nos lo quedamos!
A baja velocidad el coche era capaz de funcionar solamente con energía eléctrica, apenas había ruidos en el interior del habitáculo, puesto que el aislamiento acústico era bastante bueno.
— ¿Qué te parece Paul? Un coche sueco para impresionar a tu bonita sueca— me provocó.
—Querrás decir un coche de marca sueca. Supongo que ya sabes que los dueños son desde hace años los chinos de Zhejiang Geely Holding Group.
—Está visto que en coches y en relojes no hay nadie que te gane. Bueno, por eso te contrato, por todo lo que sabes— apuntó atribuyéndose el mérito.
—Por los relojes me contratas. ¡Lo de los coches es un bonus que no te cobro!
Reconocí que la elección de Franz había sido buena. Era un coche muy espacioso y que, además, ofrecía un buen espacio de carga. Si teníamos que transportar mucho equipaje o varias personas, nos sería muy útil. Pero como Lengyel Zsoldos parecía que la tenía tomada conmigo, me defendí:
—Yo habría elegido un Mercedes CLA Shooting Brake. Ya sabes, los alemanes son a los coches, como los suizos a los relojes. Y te lo dice alguien que sabe mucho de ambas materias— me reí.
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Fotografia: imatge de portada del capítol 5 | J. G. Chamorro.