Finalment, Paul Davis posa en execució el seu pla per enxampar el lladre dels rellotges.
PAUL DAVIS, ROBO LENTO (A CONTRARRELOJ, 24)
Capítulo 10
Daniel, “Dani”, como le gustaba que le llamasen, me invitó a tomar una copa en un local cercano. Todos nuestros compañeros se habían ido desperdigando, así que acepté. Entramos en un pub con cristales tintados. En su interior reinaba la oscuridad y la música trance.
Nos sentamos en un par de taburetes detrás la barra, y después de pedir un par de consumiciones, Dani llevó la mano a su bolsillo, y me tendió un TAG Heuer Carrera.
—Empezaremos por aquí. Llévaselo a tu amiguete esta noche. Tráeme mañana dos mil cien euros, que es la mitad de su precio, y seremos socios.
Los hechos admitían que Dani había ejecutado el plan que yo le sugería. Nos despedimos, y me fui a casa.
A la mañana siguiente me desperté algo más temprano de lo habitual. Pasé por un cajero automático, y saqué dos mil doscientos euros de mi cuenta bancaria. Los guardé en el bolsillo, y volví al trabajo.
Aquella tarde cuando salíamos, le dije a Alba que había quedado con Dani. Le di dos besos, y nos marchamos. Espero que ella entendiera que era una despedida.
Sin preguntarle me dirigí al pub de la noche anterior, y tras la misma barra, le entregué dos mil doscientos euros.
—Toma. Mi contacto dice que la mitad son dos mil dos cientos, no dos mil cien como dijiste.
Dani se preparaba para entrechocarme la mano, y dijo:
—¡Socios!
En vez de replicar con lo mismo, le di importancia al asunto.
—Ya ves que he traído el dinero. He cumplido.
—Sí. Me alegra haberte conocido. Nos va a ir muy bien socio.
Realmente dudaba que Dani se alegrase de haberme conocido, sobre todo, porque además del dinero a quien había traído conmigo era a un par de hombre de “Franz LZ Insurances”.
Todo había quedado grabado con una diminuta cámara que llevaba en el cuello del polo que yo vestía. La evidencia de quién era el ladrón había quedado registrada desde el momento en que cerramos el trato.
Faltaba encargarse del vigilante, pero aquello era fácil. Era martes, así que Dani me entregó el reloj el día anterior: lunes. ¿Quién era el vigilante asignado al escáner los lunes?
****************
Cuando al día siguiente volví a la fría planta once donde estaba el despacho de Máximo Campos, éste ya estaba al corriente de la captura de Dani. Quedaba por averiguar la identidad de su cómplice. Ya estaba familiarizado con el software de las cámaras de videovigilancia en el ordenador del subdirector general de bienes de lujo, hice unos cuantos clics, y segundos después, con la imagen parada le informé a Campos que aquel era su cómplice.
Lo que había vivido no dejaba de ser un dilema de la filosofía clásica. Se resumía como “¿Quién vigila al vigilante?”. Llamé a Franz y le dije que todo estaba resuelto.
—Por cierto, a esta gente deberíais ofrecerles una auditoría de seguridad —le recordé.
—Ya lo he hecho Paul. Con ellos no hay manera.
Vistas así las cosas, no me cabía duda que no a mucho tardar volverían a llamarle para que les resolviera un nuevo caso. De ellos dependía, si preferían curar a prevenir, era su decisión, no la mía.
Me encaminé hacia mi apartamento. Las calles estaban repletas de gente. Debería encontrarme satisfecho, pero no era así. Me preguntaba hasta qué punto mis antiguos “compañeros” me considerarían un traidor una vez que se enteraran de todo el asunto. Echaba de menos la candidez de Alba, su sinceridad conmigo que yo no logré igualar.
Miré el Tissot PR 516 GL, estaba deseando cambiármelo por el Kronos Pilot, quizás eso me animase. El día comienza cuando me pongo el reloj.
FIN